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Raymond TRIQUET, Francia
Catedrático, Universidad de Lille III,
ex Presidente de la Comisión de Estándares de la FCI
Traductora: Carmen Herrera
DAUBENTON, el colaborador de BUFFON al que se debe la introducción en Francia de
la oveja merina en 1776, publica Instrucciones para Pastores y Conductores de Rebaños.
No se trata pues sólo de guardar los rebaños, sino también de conducirlos. DAUBENTON
(en realidad d’AUBENTON, 1716-1800) describe en gran parte mamíferos, principalmente
perros, de los que detalló sus partes corporales en forma de estándar. Utiliza la
palabra “raza”, como división de la especie: “hay razas muy distintas entre
los perros”. “Reconocemos fácilmente en un mestizo las razas de las que proviene”.
Descubrimos en DAUBENTON observaciones que serán recuperadas mucho más tarde por
otros autores. Por ejemplo, “el interior de estos animales se asemeja bastante en
sus partes blandas y los caracteres distintivos de cada raza consisten en los huesos
y en la forma exterior del cuerpo”. La expresión “caracteres distintivos” es de
nuestro tiempo. Decimos actualmente que el tipo está en la cabeza. DAUBENTON ya
lo sabe: “La forma del hocico es el rasgo más marcado de la fisonomía de los perros
de cada raza”. Describe a los mastines, a los gran daneses (o danés de carroza),
los galgos, los perros pastores “que se utilizan para guardar los rebaños”, los
perros lobo, los perros de Siberia, los perros de Islandia, los perros cazadores,
los bracos, los bassets (los de “piernas rectas” y los de “piernas torcidas”, así
como los de muñecas torcidas y las orejas largas que barren el rocío de la mañana”
tal como describe SHAKESPEARE en 1600 en el Sueño de una Noche de Verano),
los grandes perros de agua, los spaniels, los cockers (spaniels negros o spaniels
de Inglaterra, mientras que los cockers “marcados con fuego” son llamados “pyrames”,
ambos antepasados de los spaniels), los pequeños daneses “que suelen tener manchas
negras y blancas y, cuando son moteados de negro sobre blanco, se les llama “arlequines”
para designar este abigarramiento”. Según Bernard DENIs, en su Nomenclatura de Pelajes
del Perro, de 1982: “el pelaje abigarrado se describe también con
el nombre de Arlequín”. Luego vienen los perros turcos o los perros de Berbería,
y los dogos de “hocico corto y plano” y “nariz respingona”, y finalmente los de
hocico negro y cuerpo leonado pálido. BUFFON dice que el dogo viene de Inglaterra
y que “cuesta mantener la raza en Francia” a causa del clima. Pensamos por supuesto
en el Bulldog, del que ni BUFFON ni DAUBENTON dicen una sola palabra, aunque
sea célebre en Inglaterra y cuyo nombre (perro-toro) ya apareciera en 1500. Richard
THORNBILL que tradujo la obra de BUFFON en 1804, traduce en inglés “dogo” por Bulldog
y “dogo de raza fuerte” por strong Bulldog. Se trata evidentemente del Bulldog
de la época, que tenía una nariz para respirar y atacar al toro. Otros perros citados
por DAUBENTON son “razas mestizas” (“razas engendradas de dos especies”, lo que
actualmente se conoce como “razas cruzadas”): los pequeños perros de agua, los perros
de lanas que “estuvieron muy de moda, pero que hoy casi no se ven”. Vemos pues que
hay perros “de moda” en el siglo XVII, lo que me parece “furiosamente“ moderno.
Se les llama también “perros de Malta”, que son “perros de pelo largo”, los perros
leones, cuya cola “tiene un nudo de pelo en el extremo”, los doguins o dogos de
Bolonia, los dogos de Alemania o mopses (por tanto, carlinos – en alemán: der Mops),
los dogos de raza fuerte, que son “mucho más grandes que los verdaderos dogos”,
“mezcla del verdadero dogo con mastines o daneses”.
DAUBENTON no conoce la palabra “retrempe”, pero la explica muy bien más de un siglo
antes del Tratado de Zootecnia, de DECHAMBRE. Muestra que, en el cruce entre
dos razas, “los caracteres del mestizo desaparecen” si se empareja a este mestizo
con un sujeto de una de la dos razas originales. Añade que “los caracteres dominantes”
de una de ambas razas “pasan al segundo mestizo, y pueden desde esta segunda generación
restablecer una de las razas originarias”. Explica también cómo el hombre creó “nuevas
y distintas razas” “ocupándose de perpetuar las diferencias en la forma de sus cuerpos
(…) emparejando individuos dotados de las mismas cualidades”. He aquí nuestros perros
de raza, hijos del hombre, y es el mismo BUFFON quien lo expresa más elegantemente.
Primero observa, y luego expresará mucho más tarde, con términos muy diferentes,
que el perro es, de todos los animales “el de naturaleza más sujeta a las variedades
(…), y cuya forma no es constante”. En el perro se encuentran “las mayores variedades
en la figura (nosotros diríamos forma o contorno, o en un estándar, aspecto general),
el tamaño, el color y otras cualidades”. He aquí cómo se puede fijar una nueva raza:
Ilustración de la Historia Natural General y Particular con la descripción del gabinete del rey, Tomo V, imprenta real, 1755.
Ilustración de la Historia Natural General y Particular con la descripción del gabinete del rey, Tomo V, imprenta real, 1755.
Cuando, por un azar ordinario de la naturaleza, algunos individuos presentan singularidades
o variedades aparentes, tratamos de perpetuarlos uniendo a estos individuos singulares.
Escribe DAUBENTON con pluma de maestro. Así pues, la ciencia se aplica, e incluso
cruces probablemente consanguíneos. ¿Pero dónde está aquí la cinofilia, con su elemento
de “amor al perro”? BUFFON lo expresa muy bien:
Él (el perro) es todo celo, ardor y obediencia (…)
Adora al hombre, que no lo merece.
También escribirá KIPLING, un siglo más tarde:
Este perro vale más que la mayoría de los hombres.
BUFFON percibió también el extraño mimetismo que hace que el perro “adquiera el
tono de la casa que habita; (…) es desdeñoso cuando vive con los grandes y patán
en el campo”. ¿No decimos “de tal amo, tal perro”?
¿Por qué razón habrá que esperar aún más de medio siglo para contemplar la eclosión
de la cinofilia? Todo parece dispuesto, pero el nivel de vida no es todavía suficiente.
En otra ocasión ya comparé la pasión por los perros de raza con los cuidados dedicados
al césped. Hay que ser rico para sembrarlo, tratarlo y podarlo con máquinas cada
vez más sofisticadas para finalmente retirarlo. Hay que ser rico para educar y cuidar
perros de raza con el fin de utilizarlos sólo para mostrarlos, recorriendo distancias
a veces considerables. Porque las comunicaciones todavía dependían del caballo,
y no del caballo de vapor.
En el siglo XVIII, en Francia, el llamado “siglo de las luces”, se filosofaba, se
estudiaba y se jugaba. Se hacían comentarios ingeniosos y las damas lucían un perrito
en su manguito (lo que conocemos como “perro faldero”), pero el pueblo tenía hambre.
Habrá aún años de escasez o de hambre (600.000 muertos en 1709, 80.000 en 1740).
Con BUFFON estamos en el alba de largos años de “ruido y furor”, de la Revolución
de 1789 en Waterloo, y hasta de las revoluciones de 1830 y de 1848 en Europa. Si
DAUBENTON será cubierto de honores, el hijo de BUFFON será guillotinado.
Un poeta francés calificó con desprecio el siglo XIX como “siglo de manos”. Pero
en realidad fue más bien un siglo de ciencia y de máquinas: el siglo de la Revolución
Industrial.
Después de LINNE, aquel naturalista sueco que, en el siglo XVIII, codificó la descripción
de las plantas y de los animales en cuatro categorías: la clase, el orden, el género
y la especie, clasificación que será completada y adoptada por doquier, y después
de BUFFON y DAUBENTON, vendrá Georges CUVIER con sus Lecciones de Anatomía Comparada,
de 1805 (año de la batalla de Austerlitz) y, en 1816 (un año después de Waterloo)
El Reino Animal Distribuido según su Organización. CUVIER clasifica el “Doguin-mopse”
(el carlino) en los “pequeños perros falderos” junto a los perros de lanas, que
llevan “las mayores marcas de la potencia que el hombre ejerce sobre la naturaleza”.
En 1824 parece la Historia Natural de los Mamíferos, de GEOFFROY-SAINT-HILAIRE
y Frédéric CUVIER (hermano de Georges CUVIER). Los autores muestran las modificaciones
en cuanto al acortamiento de la cabeza y la disminución de la “capacidad cerebral”.
Los dogos de raza fuerte tienen una vida corta: “con cinco o seis años, ya muestran
decrepitud”.
Historia de un manguito habitado por César, Le monde illustré (1858)
¿No es esta una gran preocupación para los criadores modernos de ciertos molosos?
En 1859, DARWIN publica El Origen de las Especies a través de la Selección Natural
y, al final de siglo, MENDEL, con sus guisantes, es el genial autor de las leyes
de la hibridación (1865) y el fundador de la genética, incluso aunque sólo empiece
a conocerse en Francia tras la Primera Guerra Mundial, habida cuenta de su condición
de monje y austríaco...
El “deporte canino” se establecerá primeramente en Inglaterra, porque fue en este
país donde se inventaron los “rural sports” y porque fue el que experimento
un desarrollo más rápido en maquinaria. Prueba de ello es que los obreros ingleses
llevaban zapatos, mientras que los obreros franceses llevaban zuecos, de ahí el
sobrenombre que daban a éstos los primeros: clogs, antes de convertirse en
“comedores de ranas” (Frog-eaters). La proximidad fonética de “Frog” y de
“Clog” no tiene nada que ver en ello... Su revolución técnica comenzó desde el siglo
XVIII. Las primeras locomotoras rodaron a principios del siglo XIX con George y
Robert STEPHENSON, y el primer transporte de pasajeros data de 1825. La reina Victoria
tomó el tren por primera vez en 1842, pero no había aún ferrocarriles ni otras exposiciones
que las puramente regionales. Así pues, no todo era de color de rosa. Aquel era
el tiempo de los slums (cuchitriles) de Oliver Twist (1838), de los combates de
perros (el “Bull and Terrier”, que reemplazó al Bulldog de los tiempos de Elizabeth
I), y de los concursos de ratas contra terriers, como el’ “English White Terrier”,
hoy desaparecido. Los combates eran muy populares (crueldad e idiotez del hombre)
e iban a la par de los combates de boxeo sin guantes, que duraron hasta 1889. Los
terriers se multiplicaban en el norte industrial de Inglaterra, las razas se diversificaban
y fijaban. Los perros “de raza” se criaban en las ciudades obreras. Asimismo, en
Francia, los bulldog franceses eran criados por el pueblo llano de París (la palabra
aparece en 1741, pero la raza sólo será reconocida oficialmente en 1898 – según
LUQUET). “Los ingleses siempre han sido conocidos por sus perros”, tal como decía
MENAGE en 1650. Esta fama era bien merecida en esta primera mitad del siglo XIX,
y el gusto del perro por el perro ganó todo el norte del país. Lo comprobamos en
esta réplica extraída de Pickwick Papers de DICKENS (1836 – 1837): I should like
to have seen that dog said a Mr. Winkle (me habría gustado ver este perro, dice
el Sr. Winkle). La palabra clave es “ver”. De tal forma, existía ya disposición
a desplazarse para ver a un perro, porque era bello o curioso, porque poseía lo
que otros no tenían. Esto muestra la multiplicación de las razas y el principio
del perro-objeto veinte años antes de las primeras exposiciones.
El continente empieza a importar perros ingleses. No sólo perros de caza, sino también
de compañía. Hace mucho tiempo que apareció esta “locura por los perros”, donde
los perros de compañía tienen un estatus especial en la casa. Ya lo dijo LA FONTAINE
en “el Asno y el Perrito”:
Este perro, porque es bonito
Vivirá de amigo
Con el Señor, con la Señora.
SHERIDAN, en 1777, escenifica en The School for Scandal (la Escuela de la
Maledicencia) a Lady Teazle, que peina el perro faldero de su tía Deborah. El hombre
devuelve al perro el amor que éste le da. Lo acaricia y lo cuida, pero también le
da forma según su gusto, por ejemplo reduciendo el tamaño, acortándole el hocico.
Es lo que sucederá al King Charles Spaniel y al Bulldog, por citar sólo dos casos.
El comercio de vino de Burdeos (claret) es floreciente con Inglaterra y se
multiplican los intercambios. Se embarca a los perros ingleses. Los circos de Burdeos
que organizaban combates “a muerte” se crearon a mediados del siglo XVIII y durarán
hasta mediados del siglo XIX. Una “memoria de gastos para la compra del toro” prueba
que muchos “Dogos” y “Bulldogs” se compraban a decenas en Ruán, España, Holanda
y e Inglaterra, donde los combates se prohibieron en 1835. Los criadores se especializan
por razas. Una sanguina de AGASSE expuesta en el “Museo de Arte y de Historia” de
Ginebra prueba, por ejemplo, la existencia de la cría de dogos y otros molosos en
1808.
Los libros sobre perros se multiplican en Gran Bretaña. Sus autores son facultativos
apasionados. En Francia, la obra de un montero aristócrata, LE VERRIER DE LA CONTERIE,
La Escuela de la Caza con Perros de Rehala, de 1763, es reeditada en 1859, mientras
aún estaba por llegar la obra maestra del Conde LE COUTEULX DE CANTELEU, Manual
de Montería Francesa, de 1890 y, sustituyendo la montería por la caza de tiro, La
Educación del Perro de Muestra, del Barón A.C.E. BELLIER DE VILLIERS en 1881, con
las sutilezas “de la búsqueda” del perro que caza “con la nariz alta” o “con la
nariz baja”, del perro que “sólo caza para su amo”, a diferencia del perro puramente
cazador. La primera mitad del siglo XIX contempla la aparición de libros sobre lo
que se llama “deporte”, desde el tiro con arco a las peleas de gallos, pasando por
los combates de perros en “Westminster Pit”, como “Sporting Anecdotes”, de Pierce
EGAN, en 1820. El perro es también objeto de estudios, raza por raza, como Dogs,
de Charles Hamilton SMITH (1839 – 40). El escritor más prolífico de la época es,
sin duda alguna, Delabere BLAINE, que publica en 1803 un tratado sobre las enfermedades
de los caballos y los perros tras publicar un libro sobre la enfermedad de Carré
(Distemper in Dogs), con el descubrimiento de un “remedio eficaz” (podemos
dudar de ello), en 1817 una obra de patología canina, en 1824 un tratado “filosófico
y práctico” sobre la cría, y en 1832 una descripción “nosológica” de las enfermedades
de los perros. Para esta abundante literatura hacen falta muchos lectores. Los aficionados
a los perros son numerosos, entre ellos los adeptos a los “deportes” y también los
“grandes” de este mundo, incluyendo a la familia real. La reina Victoria amaba los
perros, y su marido, el príncipe Alberto, favoreció el conocimiento del Teckel en
Inglaterra en los años 1840. La reina tenía sus perreras en Windsor (Royal Kennels).
Delabere BLAINE permanecerá en la historia del perro por su enorme obra de 1240
páginas, que incluye 600 grabados: la Enciclopedia de los Deportes al Aire Libre
(Encyclopaedia of Rural Sports). Es la época en la que los clérigos pasan
más tiempo “en las sillas que en el púlpito”, cazadores inveterados como el reverendo
John FROUDE , conocido por su carácter execrable y su rechazo a toda autoridad,
incluso la episcopal, y su amigo, el reverendo John RUSSELL, conocido como Jack
RUSSELL(1795 – 1883), gran aficionado al boxeo y a la lucha que, después de los
Otterhounds tuvo su primer terrier en 1819, antes de poseer otras muchas razas,
tan diferentes a los que se verán más tarde en los rings como “la gavanza lo es
a la rosa de jardín” (Dan RUSSELL). Vemos que la oposición “perro de trabajo frente
a perro de exposición” ya existía desde el principio de la cinofilia.